La prevención es la mejor de todas las medicinas
Un seguimiento de la evolución de la pisada de los niños es algo muy importante que deberían hacer los padres con sus hijos. Detectar una patología a tiempo, puede marcar la diferencia entre aplicar un tratamiento para solucionar fácilmente y de raíz un problema, o tener que tratarlo años después cuando ya sea un problema crónico.
Si se realiza el diagnóstico y tratamiento adecuado de forma precoz, la mayor parte de problemas en los pies y la marcha pueden solucionarse mediante tratamientos sencillos como ejercicios adaptados, plantillas personalizadas y férulas, entre otros.
Aunque no se detecte ninguna anomalía en la marcha del niño, es importante realizar un estudio biomecánico de la pisada. Los pies de los niños están en constante evolución y son muy elásticos, por lo que en un primer momento no refieren ningún dolor, pero es mejor asegurarnos de la adecuada marcha del niño y realizar revisiones periódicas.


¿Cuál es la edad indicada para la primera visita al podólogo infantil?
La edad óptima, si no existen señales de alarma previos, es a los 4 años de edad y si todo esta correcto deberíamos hacer otra revisión a los 7-8 años.
Según nuestra experiencia en consulta, algunos signos de alarma que los padres deben observar son si vuestro/a hijo/a:
- No camina bien
- Se cae con facilidad
- Suele ser torpe al andar o en deportes de carrera
- Anda de puntillas
- Tiene sintomatología dolorosa
- Tiene desgastes asimétricos en el calzado…
Muchas veces no se le presta atención a marchas erráticas y posturas inadecuadas de alguna estructura corporal. Por eso insistimos por el bien de los peques que ante cualquier duda o señal de alarma, se consulte la opinión de un podólogo, que es el especialista que mejor conoce la importancia que tiene una buena alienación del pie y cómo puede afectar esta al correcto desarrollo del aparato locomotor.
¿Cuáles son las patologías más frecuentes en los pies de los más pequeños?
-
PIE PLANO
-
MARCHA EN ABDUCIÓN
-
GENU VALGO
-
GENU VARO
Término genérico que hace referencia a la disminución de arco interno del pie, dándole aspecto de aplanado o incluso de contactar con el suelo. El pie plano en niños suele además acompañarse de un talón que invierte el pie hacia dentro, y desgasta el calzado por la parte interna, siendo este uno de los signos que más alertan a los padres. El pie plano se considera fisiológico en algunas etapas iniciales del desarrollo, aunque si es severo, si presenta sintomatología o si no desaparece a medida que el niño va evolucionando, es necesario revisar periódicamente e instaurar un tratamiento que controle esa sintomatología.
Los tipos de pie plano pueden ser muy variados, aunque a la hora de poner un tratamiento, el abordaje será bastante similar. La deformidad en sí misma no desaparece, pero el tratamiento ayuda a compensar el trabajo que realiza ese pie, haciéndole que trabaje de una forma más correcta y disminuyendo la sintomatología.
El tratamiento conservador consiste en realizar unas plantillas que coloquen el talón en una posición correcta, además de acompañarlo con estiramientos y ejercicios musculares que fortalezcan la musculatura para que ayuden a mantener el arco del pie. Es importante también asociar la calzadoterapia, buscando zapatos que tengan contrafuerte y ayuden a controlar los movimientos bruscos del pie. Siguiendo este algoritmo, y siguiendo de cerca el crecimiento de este pie, el pronóstico suele ser bastante bueno, aunque en un porcentaje muy bajo y en los casos más severos, puede ser necesaria la corrección quirúrgica de la deformidad
Es una deformidad frecuente, benigna, que consiste en una desviación hacia dentro de la parte anterior del pie. El pie visualmente, tiene forma de habichuela (con el borde externo convexo y el borde interno cóncavo), y puede dar algunos problemas al calzarse, especialmente si la deformidad es muy acentuada, ya que presentará excesiva presión en esa zona, pudiendo aparecer zonas de sobrecarga y desgaste del calzado.
En esta deformidad intervienen factores genéticos, mecánicos y posturales, tanto intrauterinos del bebé durante el embarazo, como con las posiciones que adopta el niño durante el sueño o el juego (dormir boca abajo, favorece esta desviación). El antepié adductus está estrictamente relacionado con la marcha en adducción, y cuando el niño comienza a andar, se ve como “camina con los pies hacia dentro”, lo que puede ocasionar perdida de equilibrio, inestabilidad y caídas frecuentes. Aunque la causa puede no ser solo la parte anterior del pie, puede venir derivada de una torsión anómala en niveles superiores de la pierna o de la cadera, que dan como resultado este mismo tipo de marcha hacia dentro.
En cuanto a la evolución, sí es flexible, a veces se corrige de manera espontánea en cuanto cambian los hábitos posturales, pero si no es así, o la deformidad es muy evidente, habrá que colocar plantillas, además de reforzar con ejercicios de estiramiento y manipulaciones de esa zona para conseguir reequilibrar la musculatura implicada.
La plantilla estará formada por una pieza que se colocará en la zona externa del pie, que hará que las partes blandas se acomoden a esta nueva posición corregida consiguiendo modificar el mecanismo y el ángulo de desviación y haciendo que camine con los pies rectos. Además, será fundamental corregir los hábitos posturales que están acentuando esta deformidad, y realización de ejercicios que potencien contrariamente la musculatura afectada.
Una de las preocupaciones más habituales de los padres es la alineación que presentan las piernas de su hijo vistas desde frente. El genu valgo, o lo que comúnmente se conoce como rodillas en X consiste en una alteración del ángulo que forman las piernas vistas desde frente, en la que las rodillas se juntan y los tobillos se separan.
Todos los niños, pasan una fase de genu valgo fisiológico (totalmente normal) a partir de los 2 años, y entre los 3 y los 5 de manera acentuada, y hasta los 7 años, que es cuando se adquiere la alineación normal.
El genu valgo se dará generalmente, bilateral, aunque es posible que aparezca de manera unilateral, debiendo prestar especial atención y seguimiento a estos casos.
Es común que se asocie con un pie plano y la sintomatología son tropiezos, caídas, dolor de rodillas, fatiga…
El genu varo, rodillas de vaquero o piernas en paréntesis, es una alteración del ángulo que forman las piernas vistas desde frente, en el que se aumenta la distancia entre las rodillas y se disminuye la distancia entre los tobillos.
Es una alteración igual al genu valgo, pero de signo contrario, es decir, las fuerzas van hacia fuera en lugar de hacia dentro como ocurría en el valgo. Todos los niños presentan una etapa de varo fisiológica desde el nacimiento hasta los 2 años, y pueden presentar otra, menos acentuada, a los 7 u 8 años más frecuentemente en niñas antes de alcanzar la normalidad. Fuera de estos periodos de edad, el genu varo no debería estar presente.
Para detectarlo, además de la apariencia física que tan evidente puede ser, hay que realizar una exploración física del niño y valorar la alineación de la pierna. Puede considerarse normal una separación entre las rodillas de hasta 6 centímetros, más de ahí ya comenzaría a ser patológico. Suele ser bilateral y puede presentar sintomatología como dolores en la zona externa de las rodillas, en la musculatura de la pierna, tropiezos frecuentes, roces entre los tobillos…En el momento en que aparezca la sintomatología, hay que instaurar un tratamiento.